Fragmentos literarios
Los estados carenciales. Ángela Vallvey
No justifiques tus opciones , ni vitales ni sexuales. Ya no vivimos en el reino de la culpa. En ocasiones es difícil sobrevivir, pero siempre es mejor hacerlo (...). Hay tanto que ver, que conocer, que vivir...
Atrévete. Ossez, madame. Plántale cara al desencanto. No te desaproveches llorando. Lamentarse es echarle de comer trozos de vida al cerdo del tiempo.
¿Qué es la alegría? Una palabra que no cabe en los diciionarios, pero donde la vida sí cabe. Existes porque te tocó la lotería genética, como al resto de la humanidad. O sea, que eres una dama de fortuna. ¿Por qué no disfrutas de tu capital? Si no lo haces, peor para ti. Te lo llevarás intacto al otro barrio, donde nadie te dará la oportunidad de invertirlo en unos Fondos de Inversión celestiales. Tu vida, a secas, ya es una razón infalible para brincar de gozo (...) No desaires a la vida, que está siendo generosa contigo; no podrás guardar lo de ahora para mañana. Espabila, nena, o el día menos pensado te arrepentirás.
Penélope nota que su cuerpo está consumiéndose mientras él la mira (...) está temblando, aunque no quiere que ninguno de los dos muchachos se dé cuenta. Está profundamente trastornada, presa de un terrible cambio neurológico, como si el dominio de su cerebro hubiera pasado del hemisferio izquierdo al derecho en sólo dos segundos. La materia de la que ella está hecha se conmueve de repente. y siente todo el odio del mundo, el mal del mal, lo bueno de lo malo, toda la enfermedad del mundo, la belleza del horror, el placer del dolor y todo el amor del mundo concentrados en su talle.
Está a punto de marearse. Cierra los ojos con fuerza, la nariz se le arruga con el esfuerzo. Qué mal me siento, piensa... Nunca me había sentido así de bien en toda mi vida, piensa.
Cuando se dirige andando hacia algún lugar, Penélope se conduce igual que lo hace por la vida. Piensa que el camino más corto entre dos puntos es la línea en zigzag: esquivando los obstáculos que, de haber tomado una línea recta, se hubiera topado de frente.
Son los mejores años de nuestra vida. Sólo tienes que encender los motores y salir a comerte la pista, porque tu vehículo está a la máxima potencia, créetelo.
Penélope está preocupada, pero no quiere que Marta lo perciba. La preocupación y la culpa desprenden cierto olor mohoso, y hacen que la gente se escabulla corriendo del lado de quienes sueltan esas pestilencias. Bastante tienen con la propia.
Penélope lo sabía, sabía que Ulises no le era fiel (...) Ahora está llena de malos pensamientos, se da cuenta de que le estorban en la cabeza, son molestos e inadecuados, como agua estancada en la bañera.
Ahora ve lo que ha visto, y lo que no ha podido ver puede verlo también, y resulta todavía más insoportable que lo que sí ha visto.
Ulises se lo ha repetido hasta la saciedad, que el sexo no es más que sexo, que es sólo sexo y no tiene más importancia que la que tiene el sexo... Por cierto, ¿cuánta importancia tiene? ¿Tal vez la que cada uno le da? Y en ese caso... ¿cómo es posible llegar a un acuerdo sobre cuánta es la importancia del sexo?
Penelope está sentada (...) observando de reojo a su marido y dándose cuenta de que cuánto más lo mira, mayor es la sensación que ella tiene de que alguien está raspando su carne con un rallador metálico de cáscara de limones, y que quien quiere que sea que lima así su carne -furiosa, meticulosamente- se está acercando cada vez más al hueso, a sus huesos. Pero, ¿qué razón es capaz de educar al sentimiento?
Bueno, tener algunos traumas no me parece que sea tan malo -se excusa Penélope- Las personas tenemos que beneficiarnos de algún que otro pequeño traumatismo, ciertas desolladuras en el alma que nos hagan madurar, ser menos blandos y razonablemente perversos. O sea: humanos.
- ¿Te sudan las manos?- Penélope deja escapar una risita entrecortada. Está nervioso, se dice, y se pasa la lengua por los labios resecos, satisfecha de pensar que no está tranquilo, que no es imperturbable.
¿Dónde está el Ulises schaümend, glänzeud, glühend, segnend? El deslumbrante, resplandeciente, ardiente, bendiciente Ulises.
Qué asombroso es el dolor. Antiguo y pertinaz como la vida. Siempre de moda, exhibiendo la perfección en que delimita sus umbrales salvajes.
- ¿Y mañana?- preguntas tú tontamente. ¿Y mañana? Mañana quién lo sabe, Ulises. El amor y la vida, al revés que el dolor, son cosas poco exactas.
La preocupación es un mal cultural endémico. Se abre en círculos que van expandiéndose desde la cuna, en cuanto nacemos, hasta llegar al infinito; no se necesita sino el mínimo contacto de una china, una mota de polvo contra el agua pasiva que es nuestra conciencia, y ya está, la preocupación nos invade y nos conquista. Es una bestia carnicera y libidinosa. Nos seduce y nos devora, y a veces ni siquiera lo hace por ese orden. Pero qué trastorno tan exasperante y gratuito. Menudo veneno para la razón.
(Vaya una mierda).
A diferencia de Penélope, tú nunca miras atrás. Sabes que no puedes cambiar el pasado. Cada día, al despertar, sientes la llamada de la aventura, adviertes que la vida es un estado de ánimo, y el ánimo una forma de vida. Eres un hombre nuevo cada nuevo día que amanece. No te das por vencido jamás porque jamás has sospechado que hubiera algo que pudiera vencerte.
En vez de taparte los oídos para no oír los cantos de sirenas, seguramente, a veces te tapas los oídos para no oír que no hay cantos, que no hay sirenas. Que no hay.
En realidad sólo hay una clase de mujeres que te guste de verdad: las que están vivas. Por el resto nunca te has interesado.
Eres un inconsciente, un irresponsable. Que tu mejor virtud es que careces de conciencia, y que esa falta es también lo más peligroso que hay en ti. Que tienes valor porque no sabes que tienes valor, que si lo supieras dejarías de tenerlo (...tan codiciosos que les cuesta entender que lo único valioso que lograrán atesorar a lo largo de sus vidas son esas cosas que nadie puede robarles).
"El querer no se puede aprender" (Seneca)
Aprende, a partir de tu experiencia, qué es lo que quieres y de qué eres capaz.
Nadie echa de menos lo que nunca ha pretendido. El pobre no echa en falta las (...) posesiones de los ricos. Lo que está fuera de nuestra vista no nos inquieta. Hoy, que todo está expuesto a nuestra vista a través de los medios de comunicación de masas, solemos inquietarnos por todo. Cuando eso te ocurra a ti, deja de mirar por unos días.
En ausencia de grandes sufrimientos, las pequeñas molestias te atormentarán.
No olvides que hay cosas que no tienen remedio.
En tiempos difíciles has de recordar que todo pasa. Cuando sientas una alegría desmesurada, también.
Haz con buena voluntad aquello que puedas y ten la voluntad de soportar el sufrimiento.
Ten presente que todo está expuesto al azar y al error.
Cuando se produzca una desgracia, no pienses en que las cosas podrían ser de otra manera, porque no pueden serlo.
Abre todas tus puertas a la alegría y no te preguntes si tienes o no tienes verdaderos motivos para estar alegre.
No vivas en el pasado, ni pienses demasiado en el futuro. Trabaja en el presente para el porvenir.
Mantén la serenidad. Sé consciente de que tu infortunio puede ser solo una pequeña parte de las desgracias que podías haber sufrido.
No pases la vida torturándote al pensar en probables alegrías imaginarias. Disfruta de tu presente soportable, indoloro y tranquilo.
Recuerda que mostrar ira u odio con palabras o con expresiones es inútil, peligroso, imprudente, ridículo y vulgar.
Los asuntos de la vida que te afectan son inconexos y fragmentarios. Organiza tu manera de pensar en ellos de la misma forma: abstráete, piensa, arregla, disfruta, sufre cada cosa en su momento, nada más.
No te lamentes por los placeres perdidos: son quimeras perdidas. "Solo el dolor es real" (Voltaire), evítalo.
Corrige con arte lo que el azar te ofrece.
Lo único verdaderamente importante que posees es aquello que nadie puede robarte.
No pienses en lo feliz que serías si tuvieras todas esas cosas que no tienes. Piensa qué sería de ti si las que tienes, te las quitaran.
Si crees que sufres, fíjate en el que sufre más que tú, no en el que goza más.
No pienses que a la vejez le falta alegría y no puede gozar de placeres. Todo placer es relativo, pues sacia una necesidad, y el placer desaparece cuando lo hace la necesidad.
Esforzarse y luchar contra algo que se resiste es una necesidad esencial de la naturaleza humana. Superar obstáculos, un placer.
No tomes como guía las imágenes que te procura tu fantasía porque no te saciarán. Cuando las alcances, se desvanecerán. Guíate por los conceptos, que cumplen lo que prometen.
Cuida tu salud. "Nueve décimas de nuestra felicidad se basan en la salud, porque de ella depende nuestro buen humor".
Lo que se puede ver es muy fuerte en comparación con lo que se piensa y se razona. No dejes que lo que ves te ciegue.
Ten en cuenta las transformaciones que el tiempo opera en ti. No te empeñes en cosas que no son las adecuadas para tu persona y tu edad.
Nuestra vida es el producto de una serie de acontecimientos y de otra formada por nuestras decisiones. Ambas fuerzas tiran en direcciones opuestas y conforman el curso de nuestra existencia.
Cada uno vive en un mundo diferente según la diferencia de su cabeza. No aspires a la posesión de bienes externos, sino a tener un temperamento alegre y feliz, y una mente sana. Únicamente el "estado de conciencia" es lo duradero, todo lo demás es pasajero. Es "lo que somos" lo que importa, no "lo que tenemos" o "lo que representamos".
No creas que tu felicidad depende de tu destino y de aquello que puedas tener. El destino puede mejorar, pero si eres un necio, ni siquiera un favorable destino conseguirá que dejes de ser un necio...
Contra lo que pudiera parecer, la felicidad no es el arte de saber conformarse, si bien es posible que sí lo sea el de aprender a disfrutar de lo que somos, y secundariamente de lo que tenemos, sin preocuparnos demasiado por aquello que es evidente que jamás podremos ser o por lo que nunca tendremos.
Es duro vivir sin un hombre al lado cuando se tiene el hábito. Sin embargo, es perfectamente posible. Duele, pero luego cicatriza. Y hay por ahí hombres láser que borran hasta la marca de la cicatriz. Busca al tuyo y ándale.
Ten conciencia de tu fortuna porque sin duda eres venturoso, aunque tú no lo sepas. Mira a tu alrededor para darte cuenta, hay mucho que descubrir. No creas que es difícil ser feliz en estos tiempos porque los que ahora vivimos no son peores que cualesquiera otros , pasados o por venir.
¿Te trastornan a ti tus conflictos? (...) ¿Y qué esperabas, no encontrar ninguno en tu camino?, ¿ser tú una excepción? ¿O tal vez sufres solamente porque sabes que, un día u otro, sufrirás? Y entonces, ¿no es absurdo sufrir ahora por tener que sufrir luego? Evita el dolor en tu camino, porque él sí que es "real", inicia con ánimo el aprendizaje de la vida, pero no lo des jamás por concluido.
Ella estaba enamorada, vivía en una blanda ensoñación donde el mundo era un lugar extremo, una luna en cuarto creciente colmada de lirios, lechos conyugales e infinitas caricias varoniles sobre sus muslos y su cuello, sobre su piel...
¿Qué esperabas? (...) Todo se deteriora, tiende al desorden y se corrompe, sólo tienes que darle tiempo. La belleza, la juventud, la pereza, el agua, el vino...
¿Y qué? ¿Qué pretendes con tal abatimiento y agonía gratuitas? No le añadas fuego al fuego para aumentar la locura. Ésta es la vida. Esto es lo que hay. Cenizas y confusión. Pero también prodigios y grandeza (...) deberías saber que del barro nacen flores. Y de tu tristeza puedes obtener fuerza en vez de depresión. Somos carne mortal, pero lo mortal es para los mortales, como decía Píndaro. Aprovecha tu mortalidad, apura tu tiempo hasta las heces. Somos ciegos que pretenden comprender el arco iris, pero, ¿qué más da?, ¿es que no notas cómo bulle la vida a tu alrededor?
Para una mujer (...) siempre había algo de conmovedor en un hombre que aprieta contra su pecho a un niño pequeño. Daba sensación de seguridad mirar a un hombre así. Una sentía una sorprendente excitación ante esa imagen, y se sobrecogía sin querer a causa de un insólito y antiguo poder femenino; de la fuerza de ser y sentirse mujer.
Somos insensatos, tartufeamos, enloquecemos, fracasamos constantemente y, a veces, la vida nos parece peligrosa e indigna, pero llevamos dentro un velado deseo de superarnos a toda costa, la turbia fascinación por el gran festín de vivir que nos aguarda a cada minuto con sus venablos afilados y su oscuro enigma embrujador.
Deseamos liberarnos de la carne, de estos pobres despojos que envuelven nuestro esqueleto, y de los espacios vacíos que aloja nuestro espíritu... Pero ¿ a dónde iríamos desprovistos de todo eso? ¿Qué sería de nosotros sin nuestras carencias, sin nuestras miserias desatadas y hambrientas como una jauría?
Amigos míos, hay que aprender a mirar hacia la claridad rojiza del horizonte lleno de reflejos, y urdir cada día nuestra historia más allá de toda razón o conveniencia, porque somos paja que puede encender grandes fuegos.
(Las mujeres)... necesitaban, sobre todo, estimación, apreciación, porque cuando no las encontraban se volvían frías, tanto que podían cortar el mar en dos sólo con una de sus yertas miradas de insatisfacción y reproche.
Las mujeres, todas sin excepción, se creían un tesoro que había que valorar a cada minuto.
...carraspeó y se removió intranquila en su asiento; aunque no se sentía del todo incómoda, la presencia de Ulises tan cerca de su cuerpo, notar su olor y tener su cara al alcance de la mano, ser consciente de esa sorprendente intimidad que podía surgir de pronto entre dos perfectos extraños, la turbaba demasiado como para poder mantener el control de lo que decía y tratar de resultar divertida, perspicaz y valiente.
¿Qué más daba si aquello no era felicidad, sino solamente placer? Hacía mucho tiempo que no notaba de manera tan clara y rotunda cómo la vida vibraba en torno a ella.
Si quieres no temer nada, piensa que nada debes temer; mira a tu alrededor y verás qué poco se necesita para destruirte ¿Por qué ibas a temer los temblores de tierra cuando una flema puede ahogarte?
Ésa es la opinión de tu madre (...) y con las opiniones, como decía Clint Eastwood, pasa como con los culos, que todo el mundo tiene uno. Así que no le des mucha importancia, amigo.
A Diógenes se le escapó el único esclavo que tenía, llamado Manes. Cuando supo dónde estaba no hizo nada por recobrarlo pues dijo que parecía una necedad que, pudiendo Manes vivir sin Diógenes, no pudiese Diógenes vivir sin Manes.
Eres un cabroncete fracasado. Pero no vas a conseguir que me pelee contigo, capullo (...) como diría Sócrates: si un borrico me da una coz ¿voy a ir yo a demandarlo a los tribunales?
Lo que vemos es todo lo que hay sobre la Tierra, absolutamente todo. Pero es aquello que no conseguimos ver lo que logra que las cosas existan, que cambien y que nosotros mismos nos transformemos; que nada esté nunca quieto.
La vida, incluso sin amor y sin dinero, también es hermosa, ¿no te habías fijado? La vida sin más, completamente desnuda, es lo más bello y mejor que nos podía pasar.
Epícteto decía que nos portamos igual que las ovejas cuando nos mueve el estómago, o el sexo, cuando nos dejamos arrastrar por el azar, cuando actuamos suciamente o con desinterés. Cuando nos conducimos así, entonces somos como la oveja y echamos a perder al hombre.
- O eso, o me había estado poniendo los cuernos por ahí.
- Cuando tengas varias opciones para elegir, te aconsejo que escojas la mejor. No te quedes siempre con la mala. Eso te hará sufrir de forma gratuita. Y es absurdo sufrir gratuitamente cuando ya tenemos tantos sufrimientos.
Inexplicablemente se siente molesta, igual que si acabaran de robarle algo muy íntimo. Pero está acostumbrada a las miradas penetrantes, a todo tipo de miradas. Envidiosas, lujuriosas, asesinas, complacientes. Una mirada no puede hacer daño aunque quiera, y ella lo sabe; las miradas son sólo ojos enfocando hacia alguna parte.
Se da cuenta en ese momento de lo atractiva que es (...), de lo verdaderamente cautivadora que es. Percibe toda su sensualidad, su feminidad (...) Es una mujer deseable. Tan deseable, tan combativa, desinhibida e inesperada. Parece limpia, parece que no oculta ninguna herida lacerante, ni por dentro ni por fuera.
Piensa en cuerpos jóvenes. En sexo salvaje. En bebés (...) Recuerda el cuerpo de Ulises en las madrugadas de los buenos tiempos. Y aquella sustancia que parecía quedarse adherida a su piel después de hacer con él el amor, y que en realidad no existía; pero que era leve, y fragante, dejaba sobre ella una maraña de dulzura.
Y sé optimista. Puede que seas gorda, fea y menopáusica, pero, ¿qué importancia tiene todo eso comparado con el hecho de que uno de estos días te tienes que morir?
El vicio de soñar es la más cuerda de las enfermedades mentales. El de recordar, la más inútil.
- ¿Cómo estás?- le pregunta- ¿Estás tranquila?
Penélope deja escapar un gemido apenas audible. Le gustaría hacer pedazos la realidad. Rasgarla con sus uñas como si fuera un póster de papel policromado y luego patearla acusadoramente dando gritos de guerra.
La inmovilidad es un refugio en medio de la tormenta de estas sensaciones. Permanece atenta a cada lengüetazo, a cada pulsión de la yema de los dedos de Ulises, los está disfrutando.
Se mira en el espejo de su antiguo baño y se retoca el maquillaje cuidadosamente. Quieres estar bella. No únicamente para que él la vea y sufra, sino porque sabe que algún día, el tiempo esparcirá sus macabras carcajadas sobre las cenizas de lo que ella es ahora. Su piel, su juventud, su fuerza, su ser.
Quiere ser bella de verdad, no sólo tener un aire.
Su lengua, sus músculos tensos que están esperando algo. Sus hombros de boxeador juvenil. Sus manos. No puede haber otras manos como las suyas en el mundo.
Están en el rellano, separados por unos tres metros de distancia. Por millones de kilómetros de espacio sideral abarrotados de cuerpos celestes enloquecidos, sin órbita fija.
Se concentra en su furia.
Qué bien sabe.
Aaaaah, hasta puede mascarla.
La carne es débil, pero el alma lo es todavía más. Ella pensó que la carne es débil, tratando de encontrar una justificación ante tanta ignominia.
Ulises había conseguido placer. Un orgasmo, un polvo. Plis, plas. Laxitud postcoito. Relax. Y lárgate nena.
Penélope obtuvo orgullo herido. Celos. Rabia. Llantos histéricos. Ganas de matar. Trastorno mental no transitorio.
Esto es, quien mostró mayores síntomas de debilidad fue el alma de ella, no la carne de Ulises.
Sexo: fruslería evanescente.
Amor. Todos los amores son monstruosos en el fondo. Todos tienen algo perverso. Estas ganas de poseer, de ser los únicos en disfrutar y padecer su pueril pornografía, su espeluznante intimidad.
¿Y la deslealtad? Bueno, también. Maldito sea el cretino, que por primo, mezcló las cosas del amor con las del honor.
Un hijo es una condena a cadena perpetua. Qué gozosa sentencia ahora, aquí, con él en los brazos hurgando con sus deditos pringosos en la tibieza de su escote. Floreciendo los dos, apasionados y saludables mientras caminan juntos el pechito del uno pegado al regazo de la otra. Haciéndose compañía y besándose. Carne de la misma carne. El amor verdadero en sazón.
Ulises la sigue, indolente. Le mira la cintura. Las nalgas bajo la tela acariciadora del vestido. Las dos mitades que forman sus glúteos, izquierda y derecha; duales, gemelos, el bien y el mal, instinto y razón. Sus ojos serpean por la silueta de ella hasta llegar a los tobillos, los tacones. Tac, tac, tac.
Ulises es un cabrón, pero Penélope aprecia esa cualidad en un hombre.
Cicerón aconseja conocer a las personas antes de aventurarse a quererlas. Penélope conocía a Ulises cuando decidió que lo amaba. Nunca se engañó respecto a él. Pero tanto amor llegó a doler demasiado.
Penélope toma aire. Sus pulsaciones. Atención. Hay que tener cuidado con la pasión, no dejarse dominar por ella. La cólera y la locura son sustancias hermanas. La una echa raices en la otra al menor descuido. Y hay que ponerle riendas al corazón. A los latidos.
Los afectos nacen, crecen, envejecen y mueren también. Están vivos, igual que quien los siente. Hoy no experimentamos lo de ayer, ni mañana lo que hoy, porque ni ayer, ni hoy ni mañana nosotros somos los mismos. Y, además, raramente sabemos quiénes somos.
La vida no es terrible (...) Nunca lo ha sido. Por lo menos no tanto como solemos creer. Los terribles somos nosotros.
¿Y qué es el triunfo?, piensa Penélope, pero no lo dice. Nada falla tanto como el éxito. No hay nada que aprender de él.
A veces, Penélope tiene miedo (...) Miedo porque ya se ha perdido para siempre aquella adolescente que fue, la niña que ella fue, la joven que fuera (...) Ahora, Penélope es otra Penélope. ¿Debe tenerles miedo también a las Penélopes que, de aquí en adelante, ella será?
Penélope sabe algunas cosas. No todas, ni falta que le hace, pero las suficientes para ir tirando.
Sabe que es necesario elegir bien a los amigos y a los enemigos, y saber valerse de ambos. Que hay que actuar siempre como si nos estuvieran viendo. Que hay que dejar a los demás con deseo de nosotros, y no saciarlos jamás. Que no debe engañarse sobre ella misma ni sobre nadie. Que debe conocer bien sus defectos y no explicarse con demasiada claridad, porque la mayoría de las personas no valoran lo que entienden y veneran lo que les resulta indescifrable. Penélope ha aprendido el arte del disimulo, porque ser transparente en un mundo despiadado significa no tener futuro: por eso es necesario enmascararse a menudo (...)
Penélope ha aprendido a tener buen sentido (...) Ha aprendido a tener gusto y cuidado al hacer las cosas, a tener valor, celo y cordura. Y, sobretodo, a saber esperar. Desde luego que sí. Penélope sabe ahora un par de cosas.
Leopoldo María Panero
La alucinación de una mano, o la esperanza póstuma y absurda
en la caridad de la noche...
20.000 Leguas de viaje submarino Como un hilo o aguja que casi no se siente como un débil cristal herido por el fuego como un lago en que ahora es dulce sumergirse oh esta paz que de pronto cruza mis dientes este abrazo de las profundidades luz lejana que me llega a través de la inmensa lonja de la catedral desierta quién pudiera quebrar estos barrotes como espigas dejadme descansar en este silencioso rostro que nada exige dejadme esperar el iceberg que cruza callado el mar sin luna dejad que mi beso resbale sobre su cuerpo helado cuando alcance la orilla en que sólo la espera es posible oh dejadme besar este humo que se deshace este mundo que me acoge sin preguntarme nada este mundo de titíes disecados morir en brazos de la niebla morir sí, aquí, donde todo es nieve o silencio que mi pecho ardiente expire tras de un beso a lo que es sólo aire más allá el viento es una guitarra poderosa pero él no nos llama dejadme entonces besar este astro apagado traspasar el espejo y llegar así adonde ni siquiera el suspiro es posible donde sólo unos labios inmóviles ya no dicen o sueñan y recorrer así este inmenso Museo de Cera deteniéndome por ejemplo en las plumas recién nacidas o en el instante en que la luz deslumbra a la crisálida y algo más tarde la luna y los susurros y examinar después los labios que fulgen cuando dos cuerpos se unen formando una estrella y cerrar por fin los ojos cuando la mariposa próxima a caer sobre la tierra sorda quiere en vano volver sus alas hacia lo verde que ahora la desconoce. El baccarrá de la noche ¿Quién me engaña en la noche, y aúlla pidiéndome que salga, que salga a la calle y camine, y corra, y atraviese las calles como perro rabioso las calles desiertas en que es siempre de noche, buscando locamente el baccarrá en la noche? ¿Quién despierta, qué hembra mortal o pájaro para decirme que aún vivo, que aún deseo, que tengo todavía que imprimir una última dirección a mis ojos para buscar el baccarrá en la noche? ¿Qué uñas escarban mi vejez, y qué mano que no perdona tortura mi muñeca, conduciéndome como a un lugar seguro, al baccarrá en la noche? ¿Qué mano de madre, qué oración susurran luna tras luna los labios de la luna gritando en medio de la calle a solas descubriéndome en la acera, denunciando a todos mi testamento secreto, mi pavor y mi miedo sin descanso de encontrarme, no sé si hoy quizás, tal vez mañana, jugando ya para siempre al baccarrá en la noche? "Last River together" |
El noi del sucre Tengo un idiota dentro de mí, que llora, que llora y que no sabe, y mira sólo la luz, la luz que no sabe. Tengo al niño, al niño bobo, como parado en Dios, en un dios que no sabe sino amar y llorar, llorar por las noches por los niños, por los niños de falo dulce, y suave de tocar, como la noche. Tengo a un idiota de pie sobre una plaza mirando y dejándose mirar, dejándose violar por el alud de las miradas de otros, y llorando, llorando frágilmente por la luz. Tengo a un niño solo entre muchos, as a beaten dog beneath the hail, bajo la lluvia, bajo el terror de la lluvia que llora, y llora, hoy por todos, mientras el sol se oculta para dejar matar, y viene a la noche de todos el niño asesino a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo de no saber sino tan sólo ahora por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera, con el rostro perdido y el cabello demente hambrientos, llenos de sed, de ganas de aire, de soplar globos como antes era, fue la vida un día antes de que allí en la alcoba de los padres perdiéramos la luz. "Last night together" 1980 |
La canción del indio Crow Qué larga es la ribera de la noche, qué larga es. No hay animales ya ni estrellas y el matorral de los recuerdos la vida es una línea recta, qué larga es la ribera de la noche qué larga es. El mar, al lado, tan oscuro ya ni la luna quiere verme y allá en el pozo sepultada la miel aquella de esos labios que de algo como amor me hablaron, luego en silencio se quedaron: qué larga es la ribera de la noche, qué larga es. Flotan cabellos en el agua de una mujer que no existió y en la cabeza hay unas letras la A, la V más dos Os: qué larga es la ribera de la noche qué larga es. Tal vez sea un oso lo que anda con una pierna y luego otra, las huellas son como de oso, no de yo. Qué larga es la ribera de la noche, qué larga es. No se terminará nunca la playa con esa sombra que recorre ese desierto tal un péndulo: qué larga es la ribera de la noche, qué larga es. Cómo saber si ya estoy muerto o si aún vivo como dicen si allá en la playa sólo hay playa atrás, delante sólo hay playa cómo saber si yo soy indio si yo soy Crow o yo soy Cuervo, si ni la Luna quiere verme y Padre Sol nunca aparece: qué larga es la ribera de la noche, qué larga es. No es que esté solo, es que no existo es que no hay nadie en esta playa y ya ni yo aun me acompaño son estos ojos cual dos cuevas y en mi cabeza sopla el viento: será la muerte como un vino? habrá mujeres en la tumba? Qué larga es la ribera de la noche, qué larga es. De El que no ve |
La maldad nace de la supresión hipócrita del gozo Una cucaracha recorre el jardín húmedo de mi chambre y circula por entre las botellas vacías: la miro a los ojos y veo tus dos ojos azules, madre mía. Y cantas, cantas por las noches parecida a la locura, velas con tu maldición para que no me caiga dormido, para que no me olvide y esté despierto para siempre frente a tus dos ojos azules, madre mía. "Poesía" 1970 - 1985 |
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