martes, 12 de febrero de 2013

Una y otra vez. Onemoretime.


Una y otra vez. Onemoretime. 

Evitando barrios, calles, tiendas, derroteros del pensamiento que me llevan de cabeza a ciertos momentos, evitando puntos del mapa, noticias sobre tu lugar de origen, tirando la ropa, eliminando las fotos, borrando el número, ciertos restaurantes (no tiene por qué ser el que más frecuentábamos, simplemente ciertos espacios duelen más que otros, la memoria hace su propia selección), la comida que te gustaba, el periódico que leías, tus horarios, tus costumbres, tus rutinas. Pero no sólo en ti, también en mí. El gel que utilizaba en esa época, las tazas que compré para desayunar, las sábanas que tanto te gustaron, el perfume que utilizaba, alguna ropa que me puse en ciertos momentos (tampoco especiales, no la de aquella fiesta ni la que elegí para viajar sabiendo que me recogerías en el aeropuerto, prendas de instantes "banales").  Espacios físicos que te trasladan a espacios emocionales. Objetos que reflejan sensaciones.
¿Deshacernos de ellos? ¿Evitarlos?
Lo mejor es derrumbar el mito y la torre de emociones a base de frecuentarla. Pasar físicamente y con la mente por las zonas incómodas, que aprietan. Una y otra vez. Una y otra vez. Hasta que la costumbre haga que olvides, o que al menos no sea tan turbador el recuerdo. Una y otra vez. Pasar por esos sitios mil veces para que se desgaste el recuerdo, para que nuevas experiencias vayan tapando y difuminando las anteriores. Alterándola. Violando el recuerdo sagrado. No hay santuarios. Ya no hay sitios especiales. No quiero que se me corte la respiración ni se me ensombrezca el semblante cuando paso por esta parada de metro. Voy a hacerla vulgar a base de usarla. Voy a vivirla para asociarla a otras experiencias.
Igual con los recuerdos. Voy a pensarlos una y otra vez, una y otra vez. Voy a revivir esos momentos una y otra vez. En realidad son simples segundos. En realidad no son instantes especialmente significativos. En realidad no son momentos bellos. Son instantes de algún día, inmersos en la cotidianeidad, cuando me preguntaste si pegaba la chaqueta con el pantalón. Un segundo. Un gesto. Tampoco nada relevante. Pero me trastorna profundamente. Me agita. Recordarlo. Una y otra vez. Una y otra vez. No voy a evitarlos. Voy a buscarlos. A recorrerlos con la mente. Una y otra vez. Hasta que ya no sienta nada. Hasta que me aburran. Hasta que me harten. ¿Hasta que se me olviden? No voy a pedir tanto. Hasta que ya no me afecten.
De momento no funciona, pero no desisto. Ignorarlos o evitarlos tampoco me ha funcionado demasiado bien. Y me niego a convivir con estos fantasmas perpetuamente. Una y otra vez. Una y otra vez. 
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