martes, 12 de febrero de 2013

La náusea. Jean Paul Sartre


Fragmentos Literarios

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Wang Quingsom

La Náusea. Jean Paul Sartre


 Las tres. Las tres, siempre es demasiado temprano o demasiado tarde para lo que uno quiere hacer.




Tal vez sea imposible comprender el propio rostro. ¿O acaso es que soy un hombre solo? Los que viven en sociedad han aprendido a mirarse en los espejos, tal como los ven sus amigos. Yo no tengo amigos; ¿por eso es mi carne tan desnuda? Sí, es como la naturaleza sin los hombres.




Así es el tiempo, el tiempo desnudo; viene lentamente a la existencia, se hace esperar y cuando llega uno siente asco porque cae en la cuenta de que hacía mucho que estaba allí. 




Para cien historias muertas quedan sin embargo, una o dos historias vivas. Las evoco con precaución, a veces, no con demasiada frecuencia, por temor de gastarlas (...) vuelvo a ver la decoración, los personajes, las actitudes. De pronto me detengo: sentí el deterioro, vi apuntar una palabra bajo la trama de las sensaciones. Adivino que esta palabra pronto ocupará el lugar de varias imágenes que me gustan. Enseguida me detengo, pienso rápido en otra cosa (...) Es inútil; la próxima vez que las evoque, una buena parte se habrá coagulado.




La costumbre es una segunda naturaleza.




Construyo mis recuerdos con el presente. Estoy desechado, abandonado en el presente. En vano trato de alcanzar el pasado; no puedo escaparme.




Todo lo que pasaba alrededor empezó y concluyó sin que lo vieran; largas formas oscuras, acontecimientos que venían de lejos los rozaron rápidamente y cuando quisieron mirar, todo había terminado ya.




Relojitos, medallas, retratos, caracoles, pisapapeles, biombos, chales (...)
              El pasado es un lujo de propietario.
¿Dónde habría de conservar yo el mío? Nadie se mete el pasado en el bolsillo; hay que tener una casa para acomodarlo. Mi cuerpo es lo único que poseo; un hombre solo, con su cuerpo, no puedo detener los recuerdos; le pasan a través. No debería quejarme: sólo quise ser libre.




El doctor tiene derecho a hablar, no ha frustrado su vida; ha sabido hacerla útil. Domina, tranquilo y poderoso, esa pequeña ruina, es una roca.




Abajo, la puerta de entrada se abría a la noche.
... Tomé impulso y me zambullí cerrando los ojos. Sentí en el rostro una ligera caricia fresca (...) Levanté los párpados: llovía. Una lluvia suave y tranquila.




¿Acariciar entre las sábanas blancas desplegadas la carne desplegada que cae otra vez, dulce, tocar los trasudores florecidos en las axilas, los elixires y los licores y las fluorescencias de la carne, entrar en la existencia del otro, en las mucosas rojas, hasta el pesado, dulce olor de existencia, sentirme existir entre los dulces labios mojados, los labios rojos de sangre pálida, los labios palpitantes que bostezan todos mojados de existencia, todos mojados de un pus claro entre los labios mojados, azucarados, que lagrimean como ojos?




Consideran que el mundo está bien así, exactamente así, y cada uno de ellos, provisionalmente, encuentra el sentido de su vida en la del otro. Pronto constituirán entre los dos una sola vida, una vida llena y tibia que ya no tendrá ningún sentido, pero no se darán cuenta.




En fin; lo cierto es que tuve miedo o algo por el estilo. Si por lo menos supiera de qué tuve miedo, ya sería un gran paso.




La mayor parte del tiempo, al no unirse a palabras, mis pensamientos quedan en nieblas. Dibujan formas vagas y agradables, se disipan; enseguida las olvido.




El que vive solo ni siquiera sabe qué es contar; lo verosímil desaparece al mismo tiempo que los amigos.




Estoy solo en medio de estas voces alegres y razonables. Todos estos tipos se pasan el tiempo explicándose, reconociendo con fidelidad que comparten las mismas opiniones. ¡Qué importancia conceden, Dios mío, al hecho de pensar todos juntos las mismas cosas!




Esto la corroe, estoy seguro, pero lenta, pacientemente; ella lo toma con calma, no es capaz de consolarse ni de abandonarse a  su mal (...) Cuando está sola en las habitaciones oigo cómo canturrea para no pensar. Pero vive todo el día taciturna; enseguida se cansa y se enfada:
 - Es aquí- dice, tocándose la garganta- , no pasa.
(...) Me pregunto si a veces no desea verse libre de ese dolor monótono, de ese masculleo que vuelve no bien deja de cantar; me pregunto si no desea sufrir un buen golpe, hundirse en la desesperación.






...el placer estético me es ajeno. (...) he visto jóvenes que (...) plantados delante de un cuadro, parecían experimentar placer (...) lo que me aflige no es tanto estar privado de cierta clase de goce, sino más bien que toda una rama de la actividad humana me sea extraña...




No los escucho más; me irritan. Se acostarán juntos. Lo saben. Cada uno sabe que el otro lo sabe. Pero como son jóvenes, castos y decentes, como cada uno quiere conservar su propia estima y la del otro, como el amor es una gran cosa poética que es preciso no espantar, van varias veces por semana a los bailes y a los restaurantes a ofrecer el espectáculo de sus pequeñas danzas rituales y mecánicas... Después de todo, hay que matar el tiempo. Son jóvenes y robustos, todavía tienen para unos treinta años. Entonces no se dan prisa, se demoran y no están equivocados. Cuando se hayan acostado juntos, habrá que buscar otra cosa para ocultar el enorme absurdo de la existencia. Con todo...¿es absolutamente necesario engañarse?




Recorro la sala con la vista. ¡Qué farsa! Todas esas personas (...)
Cada uno tiene su pequeño empecinamiento personal que le impide darse cuenta de que existe.




Comprendí que no había término medio entre la existencia y esa abundancia en éxtasis. De existir, había que exitsir hasta eso, hasta el verdín, el abotargamiento, la obscenidad.




Hay muchas gentes paseando a la orilla del mar, contemplando el mar con rostros primaverales, poéticos; es por el sol, están de fiesta (...) No se conocen, pero se miran con aire de connivencia porque el tiempo es tan bueno y son hombres.




Colores ligeros, ligeros perfumes, almas de primavera. "Hace buen tiempo, el mar es verde, prefiero este frío seco a la humedad". ¡Poetas! (...) les vuelvo la espalda, me apoyo con las dos manos en la balaustrada. El verdadero mar es frío y negro, lleno de animales; se arrastra bajo esta delgada película verde hecha para engañar a las gentes (...) ¡Yo veo lo que está debajo!




Además a ti (...) te amé apasionadamente (...) Todo eso se acabó.
 - ¿Cómo puedes saberlo?
Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse  a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera... Hasta hay un momento, al principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré.




Ahora voy a hacer como Anny, me sobreviviré. Comer, dormir. Dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como esos árboles, como un charco de agua, como el asiento rojo del tranvía.




La ciudad es la primera en abandonarse. No he salido de Bouville y ya no estoy (...) Saboreo el olvido total en que he caído. Estoy entre dos ciudades: una me ignora, la otra no me conoce.




Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir, todas las que probé desaparecieron y ya  no puedo imaginar otras. Todavía soy bastante joven, todavía tengo fuerzas bastantes para volver a empezar. Pero, ¿qué es lo que hay que empezar? Sólo ahora comprendo cuánto había contado con Anny para salvarme, en lo más fuerte de mis terrores, de mis náuseas (...) Anny volvió para quitarme toda esperanza. Estoy solo en esta calle bordeada de jardines. Solo y libre. Pero esta liberrtad se parece un poco a la muerte.




Toda mi vida está detrás de mi. La veo entera, veo su forma, veo los lentos movimientos que me han traído hasta aquí. Hay pocas cosas que decir de ella: una partida perdida, eso es todo. Había perdido la primera vuelta. Quise jugar la segunda y también la perdí; perdí la partida. Al mismo tiempo, supe que siempre se pierde. Sólo los cabrones creen ganar.




La conciencia existe como un árbol, como una brizna de hierba. Dormita, se aburre. La pueblan pequeñas existencias fugitivas, como pájaros en las ramas. La pueblan y desaparecen (...) Y éste es el sentido de su existencia: que es conciencia de estar de más.



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