lunes, 7 de enero de 2013

Edito de septiembre


SEPTIEMBRE

Edito

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Gerrel Saunders
Aquí estamos en plena reentré, ¿con fuerzas, con ganas de cambio, con las mejores intenciones, buenos propósitos? Con seguridad en ti misma, renovada, llena de energía, diferente. Con fuerza. Decidida. Divina. Pues que dure.
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Se hacen más propósitos en septiembre que en año nuevo. Eso de año nuevo, vida nueva... uhmmm...queda muy bien sobre el papel, pero los votos de renovación se hacen más convencidos e ilusionados en septiembre. Porque cambia la estación y el clima, nos enfrentamos al invierno, hemos dejado atrás el verano de estar de trapillo, con las chanclas, el pelo de cualquier manera, perdidos los hábitos de belleza, haciendo el vago y tiradas a la bartola. Necesario, sí, era dejar de ser exigentes con nosotras mismas y darnos un poquillo de cuerda. Pero aburridas ya de tanto jujaneo, pongamos algo de orden en nuestra vida. Nos lo pide el cuerpo (y la conciencia, joder, ¿quién la inventó?).
Y en septiembre, vete tú a saber porqué, una vuelve con su conjuntito de intenciones (las de siempre y las de todas: dejar de fumar, salir, beber, el rollo de siempre, ir al gimnasio, acostarte pronto, comer sano, blablabla), se compra una revista y se pasa la tarde subrayando, apuntando, novedades, ropa y complementos Im Pres Cin Di Bles, peluquería (¿cambio de tono?), agenda y ver a los amigos, pasarnos por todos lo eventos de los que hemos estado desconectadas, hacemos un planing de comidas... Tal vez son reminiscencias de la vuelta al cole de no hace tanto, con su cambio de hábitos. Volvíamos a la rutina, a las responsabilidades, a acostarnos temprano. Ya no era ese continuo "todo vale" porque estábamos de vacas. Y aquella mano dura nos la autoinfligimos ahora en nuestra vida adulta.
En septiembre te encuentras relajada, tranquila y hasta un poco cansada de no haber hecho nada (aunque parezca una contradicción). Y si no te has ido, los que vuelven te transmiten su energía: qué han hecho, dónde han estado, te ha dado tiempo a echarles de menos. La ciudad se llena, hay nueva cartelera de cine, de teatro, escaparates, libros, planes, restaurantes, inauguraciones...
Septiembre es el mes con más vida del calendario, cosa que apreciamos más en contraste con el aburrido y vacío agosto.
Pero mires donde mires todo es nuevo y esas ganas de renovación se contagian.
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Fotografía de Alice Rosati
Así que salgamos a disfrutar de todo lo "nuevo". Incorporémonos a la vorágine del día a día, a la jungla urbana. Todo bañado con la bella luz de septiembre, mi preferida del calendario. Brillante pero no cegadora. Intensa pero tranquila. Que aún calienta sin sofocar.
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Este mes está dedicado al mundo animal. En Moda es un must. No paramos de ver animalitos presentes en ropa y complementos; como único protagonista o repetido infinitamente en estampados: búhos, tigres, leones, gatos... Acaparadores de campañas publicitarias, ahora más que nunca hay que sacar nuestro lado salvaje.
En Belleza te proponemos dos looks muy diferentes que te acercan al mundo animal. También empezamos con la recuperación estética tan necesaria tras el verano. Hemos dado prioridad al cabello. En la piel aún puedes apurar y conservar el moreno que hayas cultivado (esperamos que inteligentemente) bajo los rayos.

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Konstantin Gaidai
Living se centra en la decoración que recuerda al mundo animal con el ciervo como gran protagonista. ¿Elegimos un sabor y olor típico de este mes? Sin duda, el higo. Recetas, fragancias para el hogar, velas, perfumes...
En Arte repasamos la obra de Joseph Fleury Crepin. El origen y objetivo de sus pinturas fue librar a la humanidad de las guerras, instaurar la Paz definitiva. Todo un acto filantrópico que ha dado como resultado una impresionante obra llena de geometría, color. Detallista y minuciosa.  También hemos apostado por Gerrel Saunders, nos encantan los trabajos de este ilustrador y diseñador gráfico procedente de Trinidad Tobago. Colores pastel para dibujar calaveras, esqueletos o corazones sangrientos. Hacemos un pequeño homenaje al sol, la luz, antes de sumirnos en el gris otoño, con las luminosas fotografías de Margaret Durrow. Descubrimos la elegancia y sensibilidad de Chen Wei, la joven pintora china. (No confundir con el fotógrafo cuyo trabajo veremos más adelante).


Y ¿qué pasa en lo personal? Situaciones que esperábamos y temíamos se han presentado. Se avivan los temores, pero vemos cerca la liberación. Si hay que pasar por ello, pues cuanto antes mejor. Ha sido un lastre, como un pequeño peso en el corazón que no nos dejaba volar ligero. Una preocupación permanente. Y estas cosas se trasmiten al exterior, no vamos con la misma decisión, estamos a la espera de "algo malo", nos sentimos culpables, tenemos miedo.
Ha sido como una sombra, siempre presente, apagando los momentos. Y cuando llegas al límite, al principio te derrumbas, pero cuando aguantas tanto tiempo esta presión, terminas por enfadarte y que sea lo que tenga que ser y rapidito. ¡Ya está bien! Y tampoco es para tanto.
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Es tan complicado portarse bien todos los días.Nos lo ponen tan difícil además... No es que todas las noches me pare a hacer repaso de mi conciencia, no. Pero sí es cierto que me asaltan remordimientos de vez en cuando de que algo lo podía haber hecho mejor, que tenía que haber controlado mi genio, no haber sido borde, no haber dicho eso...
Recuerdo una entrevista al artista español Daniel Canogar,en la que decía:

Hay estudios neurológicos muy interesantes que dicen que el cerebro necesita tiempo de pausa para procesar, no solo en el momento de dormir. A veces, por ejemplo en una cola para comprar entradas en el cine, en vez de estar jugando con el móvil, deberíamos estar pensando qué ha ocurrido esa tarde en la oficina. Esos momentos en blanco, esos vacíos, antes nos ayudaban a procesar lo que nos había ocurrido; hoy día no dejamos esos huecos, y eso para mí es el gran peligro, que estamos haciéndonos incapaces de procesar, como individuos y como sociedades.

Yo, sin embargo, creo que esos momentos son muy necesarios. Son el desconecte con la realidad, hay veces que necesitamos evadirnos, no pensar en lo que ha pasado. Y lo conseguimos con cosas tontas, que no requieran el más mínimos esfuerzo, como un jueguecito del móvil, hojeando una revista, churreteando facebook. Es una manera de descansar de la vida cotidiana. Desentendernos por un rato de nosotros, qué ha pasado, qué nos preocupa... Y por supùesto, mucho menos pensar en la oficina. Ya has estado ahí más de 9 horas, ¿encima tienes que repasar qué ha ocurrido? Si ha sido algo importante sobre lo que debas reflexionar o tomar una decisión, vale, pero si ha sido otro día más... Lo que quieres es estar un rato sin pensar en nada después de tanta saturación. Es posible que no puedas ni si quiera concentrarte en una lectura muy intensa. Así que jugar con el teléfono, hacer la compra, ponerte música con los cascos o vegetar delante de la televisión (para darte cuenta a la media hora de que no sabes ni qué programa están poniendo) es una manera de relajar el cerebro sin dormir.
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Aunque también hay cosas que sí quieres procesar, recordarlas, atesorarlas cuidadosamente en tu memoria. El encuentro con X, la reunión con alguien querido, aquella experiencia... Tienes imágenes sueltas, inconexas, que sabes que irán desapareciendo con el paso de los días. Y al final tu cerebro hará una criba con la que no sabes si tu propio yo estaría muy de acuerdo de poder decidir. Entonces te paras a intentar recordar con detalle, revivir minuciosamente todo lo que ha pasado. Es imposible. Las imágenes se escurren, hay vacíos, momentos que te evitan, intentas hacer una secuencia lineal, como en una película. Atesorar frases, miradas, silencios, caricias, gestos cómplices... Intentas recordar cómo fue exactamente, y no sólo no puedes sino que todo se distorsiona. Y si lo dices en voz alta ves que se tiñe de vulgaridad, que falta la magia, la tensión. Lo intangible que nunca se puede explicar con palabras.
Sería muy curioso, muy interesante, grabarnos en algunas de estas situaciones para vernos después (sin saber que estamos siendo grabados porque si no todo cambiaría. Actuarías sabiendo que luego hay un juez, aunque seas tú mismo. Tendrías una doble conciencia vigiladora y controladora de las frases que sueltas. Una, la tuya en relación con la otra persona y la situación, el momento.Otra, con cómo te verías tú después, que todo sea lógico). Seguramente veríamos fallo tras fallo, se sucederían las críticas, interpretaríamos todo de otra manera.

El caso es que esto es algo "malo" que hice (y está catalogado como malo por la sociedad, ahí no entran juicios subjetivos. Vamos, que es un hecho material, no tiene nada que ver con los sentimientos de otra persona y lo mucho o poco que hayas podido herirle). Pero por fin puedo quitarme esta cuenta pendiente de en medio porque se nos acumula el trabajo. Vendrán nuevos temores, nuevos problemas, nuevas preocupaciones... Hay que dejar sitio. 
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El miedo, el estrés, como explica la película elegida del mes, Anticristo, es un método de defensa del ser vivo. Nos mantiene alerta, pendientes, preparados por si tenemos que defendernos, que atacar. Pero no podemos dejar que nos domine, que sea dueño y señor, que el caos reine. 
Dentro de nosotros podemos encontrar lo mejor y lo peor. ¿Cómo se destapa cada uno? ¿En qué circunstancias?
Tenemos una bestia dentro, ¿es fea y salvaje o un tímido e inocente cervatillo?Puede que convivan las dos. Persiguiéndose, pisándose, superponiéndose...
(Nada sobre lo que no haya escrito ya antes R.L Stevenson, por ejemplo, entre muchos otros)
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Shin Murayama
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Ryan McGinley
Y esa fiera hay que alimentarla, y siempre tiene hambre. ¡Qué difícil es tenerla satisfecha! Cuando ha actuado y está tranquila, dejamos volar el lado cándido para que ponga orden, normalice. Y este cuerpo es, claro, la posada, el descanso, de esa dualidad. 
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