lunes, 7 de enero de 2013

¡Que viene el tren! (reflexiones julio)


JULIO

Reflexiones varias


¡Que viene el tren!

Estos días atrás he oído varias veces la misma estupidez: las oportunidades (comúnmente comparadas con trenes) sólo pasan dos o tres veces en la vida, si no las aprovechas, has dejado pasar "tu momento". ¿Y eso quién lo sabe? Probablemente el que te lo está contando para convencerte, porque él es el conductor de ese supuesto "tren -oportunidad".
O no... Porque lo mismo te montas y resulta que el destino no podía ser peor y es entonces cuando piensas que has perdido el tiempo y te has equivocado calificando de tren a lo que tal vez era un caballo del tiovivo, que no te lleva a ninguna parte, pero te hace dar muchas vueltas y te deja mareado. O sea, que has perdido un maravilloso tiempo ahí montada mientras te podrían haber pasado cosas maravillosas, hasta puede que con las canciones del tiovivo (¿siguen siendo de Camela?) no hayas oído la llegada del auténtico tren, y, vaya, sólo te quedan dos oportunidades más (si es que no has perdido ya alguna de ellas en otro despiste).

Me quedo con esta historia representativa del pensamiento taoísta recogida en el libro Las religiones del mundo de Huston Smith.

El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y tuvo razón porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: ¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y otra vez tuvo razón porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido.


¿Quién sabe si es un tren?, ¿quién sabe si es el último?, ¿quién sabe si te habría ido mejor o peor de no haberlo cogido, de no haber ido? ¿Quién sabe si hay un número limitado de trenes? ¿Cómo saber que estás ante ese tren? Hasta que no te montes y llegues al destino (o saltes antes en marcha) no sabes si era un tren o no. ¿Quién sabe si eso en lo que te dejas caer por casualidad, a menudo para tomar aliento o por entretenerte, termina siendo un tren que te lleva a toda velocidad hacia (o en contra de) la oportunidad de tu vida? Porque a mí muchas veces me han salido las cosas de las situaciones menos buscadas y preparadas, cuando menos lo esperaba.
No puedo evitar acordarme de E. M Forster, en su libro Donde los ángeles no se aventuran (introducción del maravilloso Dientes Blancos de Zadie Smith)


Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe -¿cómo lo diría yo?- cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia.

Haz lo que veas conveniente y lo que te apetezca, procurando que si alguien tiene que "equivocarse" con la decisión, seas tú mismo.


Imagen
Jenny Holzer

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